Integrantes de esta generación entre otros fueron: Eugenio d'Ors, Manuel Azaña, Ramón Gómez de la Serna y el poeta Juan Ramón Jiménez -desde otro ángulo estético.
Es característico en la mayor parte de ellos la elección del ensayo y del artículo periodístico como vehículo esencial de expresión y comunicación.
El acontecimiento más relevante de 1914, el estallido de la Primera Guerra Mundial (1914-1918), fue especialmente significativo para esta generación, a pesar de no marcarla de manera tan decisiva como a las equivalentes de los países que sí intervinieron militarmente.
La neutralidad de España en este conflicto trajo consecuencias sociales, políticas y económicas, como la crisis de 1917.
En el plano intelectual, desencadenó la división entre los partidarios de las potencias centrales -germanófilos- y los partidarios de la Entente Cordiale.
Este debate vino a prolongar la anterior polémica entre españolizar Europa o europeizar España, mantenida especialmente entre Unamuno -¡que inventen ellos!- y Ortega; que es la existente entre el casticismo y el europeísmo, de raíces aún más antiguas.
Valores urbanos y europeísmo
Frente al ruralismo de la generación de 1898 -que buscaba en el paisaje y el paisanaje, especialmente el de Castilla, la esencia de lo español-, la atención se vuelve hacia la ciudad y los valores urbanos -civiles y civilizadores.
Su propuesta consiste en modernizar intelectualmente el país, desde un activismo transformador y la búsqueda del poder.
Ortega definía a los españoles como una raza que se muere por instinto de conservación.
Esteticismo intelectual
El rechazo de esta generación al sentimientalismo individual les lleva a enfoques muy racionales y puristas que se trasladan al arte y a la poesía. Es el arte deshumanizado de Ortega, con el que se refiere a las vanguardias de entreguerras.
El anhelo de formalismo conduce a la depuración máxima del lenguaje, a la perfección en las formas y a un arte para minorías. El elitismo es un concepto cercano a esta generación.
Élite: la dialéctica entre minoría y masas
El cambio ha de venir desde arriba, desde una minoría, lo que justifica la opción por una literatura difícil, incluso evasiva.
El mismo Juan Ramón Jiménez -que acuñó la famosa dedicatoria a la minoría, siempre- procuraba abstraerse de toda influencia externa, encerrándose físicamente para crear.
La relación con las masas mantuvo una difícil dialéctica -central en la obra de Ortega y Gasset (el famoso no es esto, no es esto).
Novecentismo
La palabra «Novecentismo» fue usada por primera vez por Eugenio D'Ors en 1906 para designar aquellas tendencias que se despegaban rotundamente de las formas literarias o artísticas heredadas del siglo XIX.
Guillermo Díaz Plaja define el Novecentismo como lo que ya no es ni modernismo ni noventayochismo y como lo que no es todavía vanguardias (de difícil delimitación) y confluirá en la Generación del 27.
El Novecentismo se gesta en la primera década del siglo XX, alcanzando su máxima afirmación en la vida cultural hacia 1914 y conviviendo con las literaturas de vanguardia en los años 20.
Su ocaso ideológico y estético llegaría con la politización de la literatura y de las artes a partir de 1930.
El Novecentismo supone la aparición de un nuevo tipo de intelectual: frente a la bohemia modernista, se hará gala de «pulcritud», palabra clave del momento; y al autodidactismo de los noventayochistas, se perseguirá ahora una sólida preparación universitaria fuertemente ampliada en el extranjero.
Emerge una clara voluntad racionalista: frente al pathos angustiado, el subjetivismo y el irracionalismo de la generación del noventa y ocho, ahora el análisis de los problemas se imbuirá de objetividad, a la que se añadirá una vocación didáctica esencial orientada sobre todo a la formación de «minorías».
La cátedra, la prensa y la tribuna pública o parlamentaria se alineará al servicio de una reforma de arriba abajo para educar la sensibilidad del pueblo.