El bagaje cultural puritano europeo posrenacentista tomaba posesión del Nuevo Canaán. ¿Era América joven o vieja? Esta dicotomía estructura la sensibilidad norteamericana.
Creo que la cultura norteamericana no es extraterritorial respecto al tiempo; que no es una cultura joven. Estoy planteando que el gran concepto de lo edénico, del Adán americano, no es culturalmente determinante. Los que engendraron y organizaron por primera vez los asuntos culturales norteamericanos, la educación, las artes, las ciencias puras y aplicadas, fueron europeos cuyos modos de comprensión y argumentación eran tan "viejos" como los de los vecinos que dejaron atrás.
La producción cultural norteamericana es importada de Europa, en todos los terrenos; sin embargo, el alcance y la gestión de la empresa cultural no es comparable a ninguna otra sociedad.
¿Dónde hay más y mejores bibliotecas, que hayan mostrado más espíritu público a la hora de involucrar a la comunidad en sus recursos y actividades? El sueño de Schiller, la educación político-moral por medio de la experiencia estética, parece cobrar sentido en la Norteamérica moderna. Las bibliotecas norteamericanas son la Alejandría de la civilización occidental -los investigadores soviéticos deben viajar a la Widener Library en busca del pasado pre-Octubre y leninista-.
Es como si el Adán norteamericano, al volver a entrar en el Jardín, hubiera llevado consigo el enorme trastero de su paso por la historia. Esta es mi conjetura: el aparato dominante de la alta cultura norteamericana es «la custodia». Las instituciones artísticas y educativas norteamericanas constituyen el gran archivo, inventario, catálogo, almacén, trastero de la civilización occidental. Norteamérica no es una cultura "joven" sino una cultura «museística». Incluso en un contexto de prosperidad económica sin precedentes, Norteamérica no produce alta cultura; no está preparada para hacer contribuciones de primer orden en algunos ámbitos fundamentales.
Por una parte, ahí está Norteamérica, «el lucero del alba del espíritu», como dijo Blake. Por otra, una cultura que se dedica a apuntalar fragmentos europeos. ¿Qué dialéctica relacionaría la frontera y el archivo, Adán y el anticuario?
La persecución nazi llevó hasta Norteamérica la que es sin duda la comunidad más dotada intelectualmente desde la Atenas del siglo V y la Florencia del Renacimiento: los judíos del posgueto y la clase media de Rusia, Europa central, Alemania e Italia. La comunidad de Einstein y Fermi, Von Neumann y Teller, Gödel y Bethe. Son el producto inmediato de la diáspora centroeuropea y eslava. Pensemos en Manhattan sin la llegada de la intelligentsia judía, sin el genio de Leningrado-Praga-Budapest-Viena, ¿qué nos queda?
Si la meritocracia europea busca seleccionar y reclutar a una minoría capaz de una excelente producción; la pirámide norteamericana querría que toda excelente producción fuera accesible al vulgo: intenta corregir el descuido o el esnobismo de Dios, el fracaso de la naturaleza para distribuir adecuadamente entre los hombres el potencial de respuesta a lo desinteresado, a lo abstracto, a lo transcendente.
Dado que más allá de un grado superficial y muy limitado, no es posible inyectar sensibilidad y rigor intelectual a la masa social; queda sólo la opción de trivializar, descafeinar, presentar de un modo mundano los valores y productos culturales hacia los que se empuja el hombre corriente. El resultado es el desastre del psudoanalfabetismo, paralelo al ostentoso archivismo del emporio cultural norteamericano.
Los norteamericanos que se han molestado en considerar el problema han albergado la sagaz sospecha de que la alta cultura y la estructura jerárquica de los valores artístico-intelectuales en el modelo europeo son bendiciones de dos caras: la civilización, en su sentido formal y elevado, no garantiza el civismo, no inhibe la violencia y la ruina social. El precio de la oligarquía ateniense, la ciudad-Estado florentina, la Francia de Luis XIV o la Alemania de Heidegger y Furtwangler es demasiado alto.
Uno de los elementos de la alquimia del genio parece ser la intimidad in extremis, el cultivo de una soledad casi patológica. Pero en el nuevo Edén, las criaturas de Dios se mueven en rebaños, y los "errores" se corrigen con medicación.
La palabra que se sabe de memoria es una central de energía, la fuerza motora de una crisis social. Es llamativo y perfectamente consecuente que Norteamérica -el archivo final- sea también el país donde se ha erradicado por completo la memorización en la enseñanza.
Encarcelar a un hombre porque cita a Ricardo III durante las purgas de 1937, arrestar a otro en la Praga actual porque está dando un seminario sobre Kant, es juzgar con acierto el lugar de la literatura y la filosofía. Es honrar perversamente, pero honrar pese a todo, esa obsesión que es la verdad.